Carta abierta a mis blogueros favoritos

Veréis, quiero ser muy sincera con mis sentimientos y con vosotros. Reconozco que nunca he tenido dotes para las sutilezas psicológicas y soy bastante “cortita” en este aspecto. Sí, sí, no pongáis esa cara: las cosas hay que admitirlas.

Eso hace que, en ocasiones, me quede un poco en blanco ante algunos de vuestros comentarios, especialmente aquellos que parecen querer sacar algo de mí que no acaba de salir. Detecto como cierta insatisfacción en ellos, como una frustración velada por no saber yo extraer de mis entradas o comentarios (míos y vuestros) más jugo, o quizás otros enfoques  más profundos que yo no logro imprimir a mis palabras. Y lo siento en el alma si es así, si os sentís decepcionados en ese sentido y os esperabais otra cosa de mi blog. Pero creo que nunca os di esperanzas de que esto fuera a ser una maravilla. Es como soy yo, qué os esperabais, una mezcolanza un poco caótica, una entropía que intenta ordenarse y divertirse en el intento…

Nunca me he considerado una maestra en nada, ni tengo ninguna intención didáctica. Creo sinceramente que muchas de las personas que habitualmente comentan en Luces y que me han regalado la maravilla de su amistad rezuman una sabiduría que ya quisiera yo. Pero hay que ser humilde y reconocer las cosas, así que os pido perdón a quienes esperabais que las luces de Rivendel os cegaran con su fulgor. Porque sólo es una isla en medio de un bosque acechante, un punto de encuentro, un refugio y un desahogo. Un comienzo de algo, no una finalidad en sí misma.

Aunque me gustaría poder decirlo, mis intuiciones y mis brújulas personales no son precisamente el Tao Te King, El Poder del Ahora o Un Curso de Milagros. Si alguien necesita un nivel más elevado de espiritualidad, sutileza psicológica o rigor científico, en la red existen muchos blogs magníficos que les servirán mejor que éste, dónde va a parar…

Pero yo ya he llegado a un punto en el que empiezan a cargarme un poquito las florituras laberínticas, las palabras rebuscadas, los retorcimientos psicológicos y los lenguajes crípticos que nos solemos gastar por aquí y por allá. Me resulta apetecible, interesante y hasta divertido en ocasiones, pero dentro de unos límites, porque me sobrecargo en seguida. Una es así de poco evolucionada, qué se le va a hacer…

Me gustan la franqueza y la sencillez a la hora de comunicar, ser concisa y directa sin quedarme en la superficie de las cosas, llegando a la gente y profundizando en la medida de mis posibilidades. Entiendo que haya quien se sienta cómod@ utilizando un lenguaje enrevesado, entiendo también que el habitual nos resulta ya tan aburrido y sin sustancia que haya quien opte por inventarse idiomas nuevos.  ¡Y eso es fantástico, creativo y estimulante casi siempre! Pero comunicar sin hacerse entender es una finalidad truncada. Para mí, es el colmo del absurdo. Bastante complejas son las cosas a las que nos enfrentamos como para, además, enredarnos con el lenguaje, ¿no os parece?

Digo esto porque, desde hace unos días, noto cierta tirantez, no sólo  por aquí, sino por otros blogs que frecuento. Puede que sea algo en el ambiente, puede que la primavera nos esté alterando más de la cuenta, o puede que sólo sea una percepción exagerada por mi parte…  Pero el caso es que encuentro alusiones, por aquí y por allá, a las dificultades que tenemos algun@s para ser eso tan difícil llamado “Nosotros Mismos”, así como insinuaciones de que estamos esperando el aplauso de los demás, o de que nos recreamos demasiado en nuestras miserias y simulaciones. Han saltado chispas en el blog de Manolo, en el de Wolfman, en el de Dominique, incluso aquí (bueno, aquí han sido más lucecitas de alegre bengala que otra cosa, je, je). Y yo puedo entender que esos comentarios se hagan con la mejor de las intenciones, vale, incluso que vengan muy bien de vez en cuando para hacernos reaccionar o salir de un atolladero. Lo acepto. De hecho, todos podemos y debemos pulirnos y ofrecer a los que creen en nosotros lo mejor que podamos dar. Pero… siempre hay un pero, claro. Y el pero que yo le encuentro es que a veces pecamos de creer que conocemos bien a la gente, que sabemos de sus potenciales escondidos, y nos permitimos la osadía de corregirles sin darnos cuenta de que aquí nadie sabe más que nadie, y de que tal vez nosotros mismos dejamos mucho que desear.

Exprimimos amistosamente, sin comprender que igual no sale más zumo de esa fruta. Juzgamos sin saber. Por ejemplo, en mi caso, Cristina, cuando dices que me falta conectarme con mi voz interior para compartir toda esa magia que, según tú, parezco tener, y que brote desde la semilla de mi propia esencia, y no desde un injerto de estos tiempos y espacios… Bueno, eso es muy profundo, y no te falta razón… Pero ignoras detalles de mi “jardinería interior” que tal vez influyen, y mucho, en ese brotar de esencias, porque son componentes de mi savia. Y no sabes hasta qué punto trato de apartar esos compuestos para que no entorpezcan mi crecimiento ni mi búsqueda de la luz en esta especie de fotosíntesis espiritual en la que andamos metidos hasta las trancas.

No quiero que esto suene a deseos de justificarme, pero la simulación me rodea con sus brazos pulposos no te imaginas hasta qué punto. Te lo relaciono brevemente, no vayas a pensar que me recreo en ello, 🙂 : los intentos a veces desesperados de conectar con mi hija autista, los años de maltrato psicológico por parte de mi marido, el reciente embargo y separación de mi hermano y su pareja con el consiguiente drama para mis sobrinitos, los tres años que llevo en el paro, los recuerdos de una infancia marcada por el alcoholismo de mi padre… y en fin, no sigo, no sea que me eche a llorar y eso no está bien visto en este mundo de maestros trascendidos… Sólo lo esbozo para que sepais que hay mucho más de lo que se ve detrás de las bambalinas, en mi caso y en el de todo el mundo. Pero os aseguro que no soy de las que se recrean y se enganchan a sus dramas personales, aunque así se lo pudiera parecer a algun@ cuando escribí sobre los Hundimientos.

No me quiero extender más, ni mucho menos general mal ambiente. Sólo sentía la necesidad de poner algunas cosas sobre la mesa. Varias personas, en concreto Ana, Cristina, Miguel, puede que hasta Bertha, me han dado la sensación a lo largo de las últimas semanas de estar algo decepcionados conmigo. Y lo siento, pero nadie dijo que esto fuera a ser un boletín diario de genialidades ocurrentes. Soy incapaz de ofreceros mayores niveles de “calidad” y, por supuesto, tampoco estoy dispuesta a que este blog sea un mero escaparate de tonterías intrascendentes de las que nos llegan a todos por correo a diario.

Cuando empecé con esto, mi idea fue (y sigue siendo) algo tan sencillo como abrir por aquí una ventanita a mis percepciones personales, con la magia y el ingenio que me broten de manera natural,  y que sin duda irán evolucionando como el resto de los aspectos que me componen, el resto de las facetas de ese prisma maravilloso del que hablaba Cristina en Con «M» de Mujer.  Y lo siento, pero saldrán mezcladas mi consciencia, mi conciencia, mi subconsciencia y mi supraconsciencia, y la madre que parió a todas las ciencias… porque, al menos de momento, siguen formando parte del todo que soy.  Todas son manifestaciones de nosotros mismos… ¿Cuál debe primar? ¿Y quién dice que haya de ser así? ¿Por qué reprimir y controlar todo lo que forma parte de lo que encarnamos en este momento y lugar? Lo repito: soy una humana, no un ser de luz. Puedo llegar a serlo, me encantaría llegar a serlo, y no dudo que sea un aspecto trascendente de mí misma fuera de esta realidad. Pero en este preciso instante sólo soy alguien que trata de conocerse y avanzar hacia cierta armonización con lo que me rodea. Tengo que ser sincera conmigo misma y con vosotr@s. Por mucho que me encantara la idea, por mucho que me conmuevan sus enseñanzas, lo cierto es que no soy ni seré nunca Buda ni Lao Tsé ni Eckhart Tölle, lo siento.

Como todo lo que hago en la vida, iré con el blog a mi ritmo, publicando lo que me toque la fibra cuando me parezca oportuno, sin prisas, sin autoexigirme controles de calidad ni productividades que no van conmigo.

Me permito recordaros algo que es fácil olvidar cuando nos sentimos avanzar dentro de este marco de evolución interior, y es que tenemos que ser más comprensivos con los fallos de los demás, y más humildes en relación a nosotros mismos. Porque tod@s estamos en el mismo barco, cada un@ en una faena distinta: un@s al sextante y las cartas de navegación, otr@s izando el velamen, otr@s oteando en la distancia a través del catalejo en lo alto del palo mayor, y otr@s haciendo la comida o fregando la cubierta. Pero tod@s trabajando en equipo para llegar a nuevas costas. Respetándonos l@s un@s a l@s otr@s, sin prepotencias, pero sin falsas modestias. Vamos en un barco al que no le hace falta capitán, porque tod@s somos conscientes de la importancia de nuestro trabajo.

Y sobre todo… no olvidéis que os quiero. Un abrazo de aceptación y totalidad.