Oh bella flor del jardín…

Ya quedan pocas. ¡Lástima! El otoño no se porta bien con ellas, aunque algunas plantas todavía nos ofrecen el regalo de una segunda floración en estas fechas tardías… Pero estamos en época de frutos, más que de flores. Pasaron sus gloriosos días de esplendor. Por ese motivo he querido empezar mi «seminario de botánica medicinal» con la más bella, según muchos, que ahora languidece y se marchita, desgranando sus pétalos en los jardines, como confetti de las hadas, bajo estos esperados y necesarios aguaceros de octubre.

Rosa (Rosa gallica)

Con este nombre se denomina la típica rosa castellana, también llamada francesa, de color rosa o rojo, aunque para las preparaciones específicas de las que hablaré es más recomendable la variedad de color rojo (pues tiene mayor concentración de principios activos, especialmente esencias).

Guardo bonitos recuerdos de la infancia asociados a esta flor, pues me parece que su aroma fue uno de los primeros olores naturales que llegaron a mi naricilla cuando vivía en Madrid. Rodeados de coches, ruidos, asfalto y humo por todas partes, mis padres solían llevarme siempre que podían a los jardines del Retiro, ya que vivíamos muy cerca. A mi madre le encantaba ir a la rosaleda que daba a la salida de la Puerta de Alcalá. Guardo en mi álbum una foto, vieja y rasgada, que ilustra esto que os cuento y me resulta especialmente entrañable, por lo pequeña que yo era (tenía un par de añitos). Es un fiel testimonio de aquella época de paseos, juegos, solecito en la cara y rosaledas maravillosas:

La verdad es que poc@s nos quedamos indiferentes ante una rosa, tal vez por eso se la ha considerado siempre la Reina de las Flores. Simplemente con su belleza y aroma ya nos regala bastante pero, por si fuera poco, tiene aún muchos más tesoros que ofrecernos.

Hay testimonios históricos que confirman que ya en la Edad Media Carlomagno conocía sus virtudes curativas. En el Capitulare de villis vel curtis imperii, un acta legislativa que data de finales del siglo VIII, el emperador decreta que sean cultivadas en sus jardines reales, junto con otro centenar de plantas, árboles y arbustos más, conocidos todos por sus virtudes medicinales. La rosa de aquella época era la especie silvestre, Rosa canina.

Entre los principios activos presentes en la rosa destacan los taninos (25%), glucósidos, cianina, quercetina, esencia y principios amargos. Entre los elementos benéficos para la salud encontramos vitamina C, pectina, ácido málico y ácido cítrico. La principal virtud de la rosa es ser astringente, tanto por vía interna como externa (es una de las funciones principales de los taninos y los principios amargos presentes en cualquier planta).

Obviamente, lo ideal sería poder utilizar flores procedentes de nuestro propio jardín, flores «de confianza», totalmente biológicas, que no hayan sido tratadas con pesticidas ni tratamientos de ningún tipo. Pero como no tod@s tenemos la suerte de cultivar rosas, siempre trataremos de conseguir ejemplares que conozcamos bien desde el inicio de su desarrollo, y que sepamos a ciencia cierta que no les hayan aplicado productos químicos.

El día que hice mi última recolección, amaneció fresco y húmedo. El panorama que se divisaba desde los jardines que atravesaba mi ruta era poco halagüeño, pues el cielo empezaba a mostrar indicios de fumigación, como podréis apreciar en esta secuencia de fotos, hechas mientras paseaba con Shiva, antes de la salida del sol:

No me gusta recoger plantas en días con mucho chemtrail, lo reconozco pero, por otro lado… ¿qué más da, si ya habrán absorbido en días anteriores toda la porquería caída en fumigaciones previas? ¡Mejor no pensarlo demasiado!

Lo peor es que las rosas estaban en bastante mal estado, empapadas por la lluvia que había caído durante la noche, y eso dificulta y alarga bastante su secado. La rosaleda donde suelo «picotear» daba pena, con todas las flores ajadas y los pétalos desparramados por el suelo, así que me temo que ésta que ilustra mis fotos será la última «cosecha» de rosas del año…

Lo ideal es recoger los pétalos en días soleados y secos, en primavera o verano, y hay que ponerlos a secar inmediatamente, para que conserven todas sus propiedades. Se recomienda dejarlos secar al sol. Yo los extiendo sobre una gran bandeja, en la que he colocado previamente papel de cocina, que actúa como absorbente del exceso de humedad. Hay que remover de vez en cuando los pétalos, para que se sequen uniformemente. Si hace calor, suelen estar listos en un sólo día, aunque siempre es rocomendable dejarlos un día más, para asegurarnos de que han perdido toda la humedad.

Cuando el tiempo no acompaña, como es el caso en estos días, debemos dejarlos en un lugar aireado, cálido y seco, protegido de la humedad. En este caso tardarán en secarse completamente tres o cuatro días, pero se transformarán en un maravilloso ambientador natural allá donde los coloquéis. Yo suelo dejar las bandejas en la terracita de la cocina, sobre todo estos últimos días de lluvias, y no os podéis imaginar el aroma tan increible que se esparce por los alrededores…

Cuando se hayan secado del todo, y estén crujientes al tacto, ya podemos guardarlos hasta que tengamos que utilizarlos. Yo lo que hago es reutilizar botes de cristal vacíos, de mermelada, legumbres, etc, y después les coloco una pegatina con el nombre del producto y sus indicaciones. Conviene dejar los botes sin cerrar del todo un par de días, por si quedara algo de humedad, para evitar que se formen hongos en los pétalos. Agitadlos de vez en cuando, con el objeto de que éstos no se apelmacen y queden sueltos. Para terminar, ya sólo nos queda darles el toque «coqueto y rústico», poniendo la típica telita estampada sujeta con una goma elástica sobre la tapa… ¡Y ya está! ¡Quedan monísimos en cualquier estante de la cocina! Y son un precioso regalo artesanal para obsequiar a amig@s, madres, cuñad@s, suegras… ¡Lo digo por experiencia!

Los pétalos envasados nos durarán un par de años (aunque probablemente los consumiremos mucho antes, je, je… ) Pero lo mejor de la rosa no es que siga adornando incluso después de ser recolectada, sino que nos servirá de ayuda para tratar una serie de dolencias insospechadas. Vayamos con los detalles de su utilización:

Uso interno

La rosa es principalmente antidiarréica, hemostática y antiinflamatoria. Por eso la podemos usar en casos de inflamaciones de garganta, mucosidad nasal y bronquial, y también como sedante en inflamaciones del sistema digestivo.

Consumir regularmente infusiones de rosas te ayudará a desintoxicar tu cuerpo, ya que posee efectos diuréticos, por lo que es ideal también para disminuir la retención de líquidos. Asimismo, es efectivo para problemas respiratorios y de garganta causados por la gripe y resfriado.

En el sistema digestivo es capaz de regular las funciones de las bacterias que promueven una función normal del estómago y los intestinos. Es un remedio eficaz en contra de la diarrea y/o el estreñimiento.

La rosa ayuda a limpiar el hígado y la vesícula; también nos ayuda a las mujeres, ya que tiene la capacidad de disminuir las reglas demasiado abundantes y aliviar los dolores producidos por la menstruación y la congestión del útero.

Además, causa un efecto estimulante sobre el sistema nervioso, que sirve para aliviar la depresión y la fatiga. Es especialmente útil cuando se necesita una acción tónica sobre el organismo en general, como en el caso de niños en edad de crecimiento, convalecientes, ancianos, etc.

Es estupenda para regenerar la flora benéfica intestinal después de tratamientos con antibióticos.

Uso externo

¡Ufff! Henos aquí con un tesoro entre las manos que no os podéis ni imaginar. Pues casi nadie sabe que la rosa es una aliada preciosa e insustituible de la piel. Podemos confeccionar con ella productos de belleza, como tónicos faciales astringentes, colirios, ungüentos… Es especialmente indicada para pieles delicadas, sensibles, con acné, grasa o inflamación por «couperose» (esas venitas rojas que a veces tiene la gente en la cara). Es importante insistir en su potencial como colirio en inflamaciones e irritaciones oculares, igualando en efecto a otras plantas que se han venido usando más tradicionalmente, como el aciano y la eufrasia.

Si la rosa nos parece bella y atractiva, deberíamos saber que ese potencial es extensivo a nuestro propio cutis, pues ella es el principal ingrediente del más maravilloso elixir de belleza que ha visto el mundo: el agua de rosas. La podemos utilizar como un tónico de limpieza para el cutis, que ejerce una acción astringente, cierra los poros, elimina el exceso de grasa, las espinillas y el acné, y ejerce una acción antiarrugas. Además de servirnos de increible aliada de belleza, el agua de rosas hecha con flores biológicas se puede utilizar también para cicatrizar pequeñas heridas y para curar contusiones.

Agua de Rosas: la esencia de rosas es carísima, tal vez el más caro de todos los extractos del mundo. Para conseguir 1 litro de esencia es necesario destilar … ¡5.000 kilos de pétalos!

Pero hay una manera más sencilla de poder disfrutar de este auténtico lujo. Podemos elaborar una purísima agua de rosas casera: sólo tenemos que meter en un tarro de cristal los pétalos de una rosa roja grande (o dos pequeñas) y llenarlo de agua ( a ser posible de manantial o mineral embotellada) hasta cubrirlas por completo. Lo tapamos herméticamente (vale con girar fuerte el tapón de rosca) y lo dejamos un par de horas al sol, preferentemente al mediodía (yo lo hago entre doce y dos, que es cuando calienta con más intensidad). De vez en cuando vamos y agitamos un poco el contenido, y lo dejamos de nuevo al sol.

Pasadas las dos horas, el frasco estárá calentito, y ese calor habrá facilitado que los pétalos suelten de manera natural y paulatina sus principios activos. Podemos meterlo en la nevera y utilizarlo a conveniencia. Funciona muy bien empapando un algodón en el agua y aplicándolo sobre el rostro recién lavado, por la mañana o por la noche. Tiene el inconveniente de que sólo se conserva en la nevera un día, puede que dos.

Pero, si queremos que el tónico nos dure más, existe una variante, totalmente improvisada por mí. Consiste en verter el líquido resultante en una bandeja de hielos y guardarlo en el congelador. Así, cuando queramos utilizarlo, sólo tendremos que extraer un cubito, aplicándolo directamente sobre el cutis en un masaje helado que nos dejará la piel como nueva, o bien dejándolo fundir media hora antes en un vasito pequeño, para empapar un algodón en él.

Los cubitos de agua de rosas os encantarán, son como hermosísimas amatistas, y su olor te traspasa. Al aplicarlo sobre la piel notas cómo ésta se estira con un efecto lifting natural inmediato, y me encanta oir cómo el hielito cruje al entrar en contacto con el calor de las mejillas. Yo me lo paso incluso por encima de los ojos, pues es buenísimo para las irritaciones, bolsas y ojeras.

Mi hija mayor se ha aficionado tanto a ellos, que todas las noches me pide uno antes de irse a acostar. Ya forma parte de sus rituales diarios de limpieza y belleza, y lo cierto es que su típica piel pre-adolescente, llena de granitos por su efervescencia hormonal, ha mejorado muchísimo desde que utiliza el agua de rosas. Lo complementamos (yo también) con el jabón de rosas, fabricado según la receta habitual del jabón casero, pero incorporándole pétalos y esencia a la mezcla. El que tengo es regalado, pero no tardaré en hacer el «experimento» por mi cuenta, je, je…

Infusión: el té de rosas es muy fácil de realizar. Sólo necesitas pétalos secos o rosas frescas. En el primer caso, echaremos en agua hirviendo una cucharada de pétalos secos por taza. Se tapa completamente y se deja reposar entre 5-10 minutos. Siempre que hagamos una infusión es importante que esté bien tapado, para que no se evaporen los principios activos más volátiles, como las esencias. Para las toses pulmonares se puede hacer un cocimiento, que es lo mismo, pero dejando hervir los pétalos durante dos o tres minutos. Luego, que reposen cinco minutos.

En el segundo caso (con flor fresca) preferiremos rosas puras (sin elementos tóxicos como pesticidas, etc.) y remojaremos los pétalos en agua hirviendo durante 10 a 15 minutos. Se sirve endulzado con miel.

La infusión de rosa sirve para tratar todos los trastornos explicados en el apartado Uso interno.

Jarabe: se echan en un recipiente 60 gramos de pétalos secos. Se vierte encima un litro de agua hirviendo y se deja macerar 24 horas.Lo filtramos y volvemos a cocer el líquido lentamente, con 800 gramos de miel o de azúcar moreno, hasta que vaya espesando. Se recomiendan de dos a cuatro cucharadas al día, para la tos, o como estimulante, antiinflamatorio o en caso de diarreas.

Jarabe de las nueve infusiones: bueno, ésta es una variedad superconcentrada y más laboriosa de hacer, pero que merece la pena, pues ya desde antiguo se tenía en mucha estima. En el siglo XVI, el médico humanista y especialista en botánica Andrés de Laguna decía de él que «es la más saludable medicina de cuantas Dios creó para los mortales, conforta el estómago, refresca el hígado y el corazón, purga los humores superfluos y templa el ardor de la orina»

Para realizar este maravilloso brebaje, se ponen en una botella de vidrio 180 gramos de pétalos de rosa y se les echa por encima con un embudo medio litro de agua hirviendo. Se tapa bien la botella y se deja macerar durante 6 horas. Luego se cuela la infusión, exprimiendo un poco los pétalos y, después de haberla calentado de nuevo, se añaden otros 180 gramos de pétalos frescos. Se vuelve a dejar reposar la maceración durante 6 horas, y se repite todo el proceso nueve veces en total, hasta obtener un líquido que retenga el olor, el color y el sabor de las rosas. Con este líquido y azúcar moreno (en proporción 6:4) se preparará un jarabe como he explicado antes, que se tomará a cucharadas en los mismos casos.

Miel de rosas: se prepara con el doble de pétalos siguiendo la receta del jarabe y usando miel clarita. Es útil en gárgaras para la garganta, y también sirve para calmar el dolor de los bebés durante la dentición.

Bueno, pues hasta aquí mi primera «entrega» de plantas con propiedades maravillosas. Sólo me queda deciros que he disfrutado muchísimo haciendo las recetas que os he explicado (salvo el jarabe de las nueve infusiones y la miel de rosas, que no tardaré en preparar). Simplemente el olor que se esparce por la cocina y por el resto de la casa mientras preparas una infusión, o cuando tienes pétalos secando en algún rincón, ya merece la pena.

Así que sólo me resta animaros a probar vosotr@s mism@s. Aunque ya no es fácil en otoño encontrarlas en los jardines, parques y huertos, recordad sus estupendas propiedades la próxima vez que alguien os regale un ramo de rosas. Disfrutadlas mientras estén bonitas, pero luego… ¡ni se os ocurra tirarlas! Ya sabéis cuántas cosas podéis hacer con ellas.

Por cierto, olvidaba deciros que la rosa también es comestible… ¡Sí, sí, cómo lo leéis! Hay flores que se pueden comer. Yo recuerdo haber comido en mi pueblo flores fritas… No sé si las hacía mi abuela o se las traía alguna vecina, pero estaban deliciosas. Eran de calabaza, unos floripondios enormes, de color amarillo, y las rebozaban con harina y huevo, las freían en aceite abundante y luego les echaban azúcar o miel por encima. Estaban crujientes, y su sabor era delicioso, me recordaba a los pestiños, pero más suave…Me pregunto a qué sabrán las rosas… Supongo que a rosas, je, je… No creo que se puedan comparar con nada conocido, aunque hay quíen dice que su sabor recuerda al de las manzanas verdes, o a algo agridulce. Se usan en platos fuertes, ensaladas, postres y salsas en base a esencias de rosas, y también son ingrediente en vinagres y chocolates. Será cuestión de probar, y darle cada vez más usos a esta preciosa flor encasillada como icono de los enamorados.

Os dejo con una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, que eligieron para banda sonora de la película Wall-E, con la esperanza de que, al menos hoy, logréis ver un poquito la vida en rosa…

Un abrazo

http://www.youtube.com/watch?v=jg1oEAj4MOs&feature=player_detailpage